Plancha

¿Sabías que mujeres y hombres le temen a las arrugas porque afectan la presentación social? Este temor ha estado presente desde que el vestir es una exigencia social.

Quitar las arrugas de las prendas de vestir era una labor tediosa, difícil y cansada, conforme pasaron los siglos el vestuario se tornó más complicado. Los vestidos que llevaban hombres y mujeres eran largos y amplios, hechos de telas como brocados, sedas, encajes, listones, lana y algodón, debían lucir lisos con tableados perfectos por lo que a veces, no era tan fácil. desarrugar o planchar la ropa. La tarea de planchar requería de una servidumbre o de un servicio para mantener el vestuario presentable y listo para usarse.

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¿Sabías que para lavar y desarrugar la ropa se creó el servicio de lavandería, siglo XVII? esta labor era realizada principalmente por niñas de los orfanatorios desde los siete años de edad o hijas de trabajadoras, vigiladas por una persona adulta y un capataz. La ropa se lavaba en grandes tinas con agua caliente y jabón, después se alisaba con las manos sobre una mesa con el propósito de quitar la mayoría de las arrugas antes de ponerla en los tendederos a secar, posteriormente se planchaba. Este tipo de lavanderías existían aún a principios del siglo XX. La jornada de trabajo duraba entre 12 y 16 horas o más.

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La plancha ha sido el principal instrumento para quitar las arrugas, aunque no se les conocía con este nombre ya que variaba en forma y materiales. Los romanos utilizaron una placa de mármol: ponían la ropa semi-húmeda sobre una mesa, alisaban la prenda y le ponían encima dicha placa para evitar las arrugas. También chinos y griegos usaron cilindros de vidrio o madera, empleaban almidón (sustancia blanca inodora que abunda en la papa o cereales) y le pasaban el cilindro repetidas veces para que la ropa se conservara más lisa, este método duró hasta el siglo XV.

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El vestuario se fue complicando conforme a la exigencia social: a la gran cantidad y variedad de tela se sumó el diseño: tablas, pliegues, encajes, volantes, drapeados hicieron la labor de planchar aún más difícil.

Las primeras planchas que usaron el calor fueron de hierro y se calentaban al fuego. También las había de cerámica en forma de recipiente y les ponían adentro carbón o una piedra caliente. La ropa debía ser rociada con agua para generar el vapor suficiente y así desarrugar o asegurar se mantuvieran los tablones de la prenda de vestir. La plancha de hierro se empezó a utilizar en el siglo XVIII en los países europeos, mientras que la plancha de cerámica en forma de recipiente fue usada durante el siglo IV por los chinos.

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Posteriormente, a la plancha se le puso una agarradera de madera y el hierro fue sustituido por el aluminio pulido y el acero como consecuencia del surgimiento de la siderúrgica junto con la Revolución Industrial.

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Planchar la ropa implicaba: rociar la tela, calentar la plancha y pasarla varias veces sobre la prenda para desaparecer las arrugas. La ropa de la familia incluía el vestuario, los pañuelos, la mantelería y cortinas para dar una buena imagen social; también se planchaban las sábanas y fundas ya que al quitarle las arrugas a la tela, ésta queda más suave.

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Para que la plancha se conservara caliente más tiempo se le hizo un espacio en la base para guardar carbón encendido o un tabique caliente; el diseño se mejoró para una apariencia agradable pero era muy pesada.

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No se consideraba un oficio, sino una pesada y necesaria parte de las labores del hogar. Era una tarea que podía realizarse fuera de casa, por eso las amas de casa enviaban la ropa a las lavanderías, pero las sirvientas lo hacían como una más de sus obligaciones o había mujeres que ofrecían su servicio de lavar y planchar en sus casas.

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Durante la primera mitad de siglo XIX, Howard Fleckleton y John Stanley Bird crearon una plancha que usaba gasolina para calentarla pero su uso no duró mucho debido a que tenía fugas, lo que provocaba explosiones e incendios; su producción se suspendió por peligrosa.

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El ingenio humano resolvió parte de ese problema. En 1882 Henry W. Seely creó la primera plancha eléctrica cuyo uso fue restringido debido a que se calentaba lentamente y se enfriaba muy rápido. La fabricación de planchas empezó a ser un negocio a principios del siglo XX: en 1905 empezaron a funcionar las centrales eléctricas y, al año siguiente, Earl Richardson fabricó la primera plancha que aprovechó este tipo de energía. Sin embargo, también tuvo un uso restringido porque los generadores de electricidad se encendían al oscurecer y se apagaban al clarear el día. Una ventaja de ese modelo fue su regulador de temperatura para evitar quemar la ropa. Richardson convenció a dueños de centrales eléctricas de dejar todo un día la luz, les garantizó aumentar sus ganancias gracias al uso extensivo de la plancha. De 1920 a 1929 se vendieron cerca de tres millones de planchas cada año.

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Para quitar las arrugas a una prenda no basta con que la plancha esté caliente, es necesaria la conjunción del calor y del agua. En un inicio el planchado implicaba dos acciones separadas, por un lado se calentaba la plancha y por otro lado se humedecía o “rociaba” la ropa. En 1926 se creó la plancha de vapor para hacer más ligera la labor de planchar. Su aceptación no fue inmediata porque sólo contaba con un orificio para expulsar el vapor, por tanto, el planchado era lento. Los fabricantes tuvieron que aumentar el número de orificios para que la distribución del vapor fuera más uniforme y mejoraron el diseño al utilizar el plástico con una base de metal.

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La importancia de la función de la plancha puede variar de acuerdo a la edad de la persona, a sus relaciones sociales y nivel social. Podemos ver jóvenes con pantalones rotos o raídos, pero no arrugados aunque opinen: ¡A MÍ NO ME PLANCHAN, NI LA ROPA!

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La plancha es un utensilio tan necesario en un domicilio como lo es una cafetera, una escoba o una aspiradora, puede ser ajena a un joven pero no a un ama de casa porque de ella depende mayormente la presentación social de la familia pese a que las sábanas y las fundas de las almohadas y la mantelería ya casi no se planchas gracias a la combinación de fibras sintéticas con fibras naturales y el uso de suavizantes de tela.

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