Las flappers

Los años veinte significaron el pleno ingreso a la modernidad, cada sociedad partió de una realidad diferente, y por otro, que el cumplimiento de los roles de género en los nuevos órdenes sociales estuvo determinado por el grado de desarrollo social y económico del país.

Con el advenimiento de la paz social y la nueva modernidad de los años posrevolucionarios, las mujeres se abocaron a construirse una imagen acorde con su nueva situación: el fin de la Revolución no las restituyo a los hogares, casi siempre destrozados, sino que permanecen en los nuevos espacios que se habían sabido ganar. La prueba que han pasado en la lucha por la vida las vuelve más independientes y seguras, porque la ausencia del padre, del esposo o del amante, las obligó a ser cabeza de familia.

Fuente: El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 410, 19 marzo de 1925, p.20

La flapper liberada y juguetona no estará más sujeta a las limitaciones del antaño, para ello cuenta con una serie de aparatos que ayudan en el trabajo doméstico, dejándole tiempo para prepararse en una profesión o negocio redituables su indumentaria es cómoda como su pelo corto a la garçon; su apariencia frívola y alegre pareciera ocultar estos cambios profundos en su condición femenina.

Fuente: EL Universal Ilustrado, año VIII, núm.368, 29 mayo de 1924, p. 23

Los motes garçonnes, flappers y pelonas, son innegables símbolos de renovación que nos remiten a los años veinte, la década que algunos autores de 1920 han bautizado como “fabulosos”, pues no obstante su popularidad, tales imágenes no trascienden a los años treinta. Cosmopolitismo, modernidad y cambio, fueron los procesos que caracterizaron una época en la que se suponía superado el oscurantismo decimonónico, sin embargo, en el contexto de cada país adquirieron una forma particular. La experiencia de la gran guerra para las inglesas y las francesas, así como la participación de muchas mexicanas en la Revolución Mexicana representó para ellas la salida del encasillamiento totalitario que pretendía limitarlas a su exclusiva función de reproductoras.

Fuente: El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 402, 1922,p.31

La aspiración de los reconstructores del régimen y de la sociedad por ingresar a la modernidad y formar parte del orden de las naciones después de la lucha amada, se tradujo también en la adopción y construcción de dos representaciones de la feminidad que se conjugaban más que contraponerse: la india bonita y la pelona eran imágenes que coexistieron durante la euforia posrevolucionaria, en ellas se condensaba no sólo la modernidad y la tradición, sino el sueño de José Vasconcelos de la raza cósmica y la perfecta conjunción entre la nueva mujer y la buena madre.

Portada. El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 433, 15 mayo de 1924.

La nueva mujer de estos años se empeñó en todo lo opuesto: a la tendencia tradicional de que el vestido debía destacar las formas de su cuerpo, se opuso la intención de ocultarlas; al hecho de considerar la indumentaria como medio para abultar e insinuar senos, exagerar caderas, estrechar cintura, se contrapuso la supresión del corset, la omisión de toda curva, el predominio de la línea recta como expresión máxima de la nueva imagen femenina.

Fuente: El Universal Ilustrado, año XIII, núm. 406, 19 febrero de 1925.p. 35

A esta transformación del ideal de belleza femenina correspondió, lógicamente, un nuevo tipo de ideal de mujer, teniendo en cuenta su fisonomía.

En México, a partir de la década de los veinte, hemos de ver un incremento en la representación de hombres con atuendos de charro como una muestra de incluir “lo mexicano” en la retórica de la moda y publicitario, además de una intención evidente por forjar un anuncio original y nacional.

Se da el mismo caso con la representación femenina. Hay numerosos anuncios que alternan a la bella flapper eminentemente urbana y moderna con la mujer de vestidos tradicionales del muy variado repertorio regional.

Esta categoría no solo incluía a los que practicaban una masculinidad urbana y refinada; las ilustraciones de las portadas ofrecían también nuevas pautas para la feminidad arriesgada. Mujeres de pelo corto y labios de carmín sonreían desde el volante de un enorme automóvil, en traje de baño, o con un cigarro coqueteando en mano.

Fuente: El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 402, 1922, p.31

La vida flapper, que hacía estragos en urbes como Francia, Inglaterra y Nueva York, había llegado a México. Era una actitud, era un reto de independencia, un nuevo ideal femenino que entre otras cosas señalaba un claro rechazo a una sexualidad tradicional. Era una lucha de imágenes más que una señal concreta de cambios: mujeres abundaban en las ilustraciones de revistas populares y en las carteleras teatrales, pero pocas escribían con regularidad. Sin embargo, el Ilustrador lanzaría a una de las más prolíferas periodistas mexicanas de principios del siglo XX, cuyos artículos críticos, humorísticos, siempre pertinentes, dieron voz a esta nueva feminidad moderna.

Fuente: El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 402, 22 enero de 1925

El papel de la prensa fue determinante en la construcción simbólica de la imagen de la mujer, porque el poder institucionalizado en el Estado controlaba en gran medida la producción, transmisión y construcción de los mensajes. La prensa mexicana de los fabulosos veinte fue vocero de la breve reseña.

Fuente: Portada, El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 402, 1922

Afirmaba la particularidad de lo femenino, pero ostentaba su habilidad de incluirse en lo masculino. Fumaba tenía el pelo corto, salía a bares, escuchaba jazz, pero criticaba la “flapperización” de las mujeres cuya rebeldía se debía a la moda, distanciándose de su género para reproducirla trillada imagen de la mujer como consumidora cultural pasiva, el “lector hembra” al que aludiría Julio Cortázar en Rayuela, unos cuarenta años después.

Fuente: Portada El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 402, 1922

La vida flapper, que hacía estragos en urbes como Francia, Inglaterra y Nueva York, había llegado a México. Era una actitud, era un reto de independencia, un nuevo ideal femenino que entre otras cosas señalaba un claro rechazo a una sexualidad tradicional. Era una lucha de imágenes más que una señal concreta de cambios: mujeres abundaban en las ilustraciones de revistas populares y en las carteleras teatrales, pero pocas escribían con regularidad.

Fuente: El Universal Ilustrado, año VIII, núm. 402, 1922