Historia insólita del Brasil

“Freyre es el más agudo historiador social de colonización, de la mezcla de razas, de la familia hibrida y de las complejas costumbres que determinaron la estructura de la Sociedad brasileña en el espacio de tres siglos”

Ricardo Sáenz Hayes, prólogo a Casa-grande y Senzala. P. XLVII

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Las mujeres nativas (caboclas), se entregaban por un peine o un pedazo de espejo, “locas por el hombre blanco”. Entre los negros eran más frecuentes y fogosas las danzas eróticas, más que las amerindias y portuguesas. Existía magia por ser un ritual erotizado. Freyre. pp.108-109.

Danza batuca. www.odisea2008.com

Muchas de las mejores expresiones actuales de vigor o de belleza física, se debe en gran parte por el factor dieta de ascendencia africana y combinada por elementos amerindios y europeos: maíz, tocino, poroto y sobre todo mandioca. Ejemplo de rara belleza se manifiesta en las mulatas, bahianas, creulas, las cuarteronas y principalmente las octavonas y en los cabras, hombres hercúleos de los ingenios. La bahiana, tipo de mujer negra, por regla de elevada estatura, característica de las sudanesas, de porte airoso y rítmico andar. La creula, es la criolla, negra pura nacida en Brasil. Freire. p. 78

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Zamba. www.google.com

En el prologo a la primera edición, Freyre señala que Casa- Grande patriarcal, no fue solamente fortaleza, capilla, escuela, Taller, Santa Casa, harem, convento de jóvenes, hospedería… Fue banco. Freyre. P. LXXIII

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Ningún pueblo colonizador, aun de los modernos, excedió o igualó siquiera en el mestizaje a los portugueses. Desde el primer contacto fue placentero, cruzándose con mujeres de color, multiplicándose en hijos mestizos. Lo que los preparó para la íntima convivencia social y sexual con razas de color (indígenas y negras). Las mujeres del Brasil, como las nereidas moriscas estaban locas por el baño de rio y por un peine para desenredar sus cabellos. Es esclarecedor el adagio brasileño: Blanca para casar, mulata para fornicar, negra para trabajar” Freyre. pp 13-16. En la crianza se los blancos fue muy importante la mujer de color.

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Lucha practicada en Brasil por gente de baja extracción. Los luchadores destacan por su elasticidad y rapidez inusuales en los movimientos de cintura, cabeza, pies y manos. Es una mezcla de danzas indígenas y africanas, a la vez que contienda cuerpo a cuerpo, los contendientes se destacan por sus agiles saltos. p. 79-80.

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Mauricio Rugendas. 1825.

A partir de las sociedades primitivas se atribuyeron poderes a ciertas personas, animales u objetos que desde entonces se consideran sagrados, objetos que tenían un mana, potencia o virtud latente, por lo que se convertían en talismanes, amuletos o fetiches. Este amuleto brasileño se integran elementos modernos, muy usado en la lucha de los negros por sus derechos civiles.

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Bernal, John D. La historia en la ciencia. México, Nueva Imagen. 1986. p. 94.

Según el escritor Rómulo Gallegos, en Venezuela el negro esclavo “cristianizado” acostumbraba llevar: “…al pecho, sobre la franela, terciado el escapulario de la Virgen del Carmen, junto con la mugrienta almohadilla del amuleto donde cada cual lleva un trozo de su propio cordón umbilical disecado, para que lo libre de daños y peligros la madre, viva o muerta, a la que siempre se mantiene unidos.” Lo afirma en su gran novela Pobre negro. México, Editorial Aguilar, 1976. p.18.

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El etnohistoriador Antonio García de León señala que en el Sur de Veracruz “La captura y doma del ganado se hacía conforme a los usos y costumbres de toda esta parte de la Nueva España, y con algunas ayudas mágicas, como las famosas “bolsas de mandinga” contenidas en macutes (bolsas o paquetes), que eran amuletos aderezados con versículos de Al Corán que tenían la virtud de domesticar a las bestias. Afirma que “una tradición que existió también en el Brasil de la época se refiere a las bolsas de Mandinga, pequeñas faltriqueras que se ataban al cuello los vaqueros y oficiales de cualquier oficio peligroso, llenas de yerbas preparadas, amuletos de piedra imán, gusanos y en alguna ocasión, oraciones católicas. García de León, Antonio. Tierra adentro, mar en fuera. 2011. pags.381, 391 y 583.

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Al igual que en muchas culturas el color rojo se ha usado para protección. La mística del rojo se expresaba en las fachadas de las casas que deben ser pintadas de rojo para proteger la vida de sus moradores. Entre Maracatús y reisados, el rey Congo o la reina siempre portan el manto rojo y los estandartes también de rojo. En el norte brasileño, los maracatús son festejos populares carnavalescos, con danza y música, en la que destaca una mujer que conduce en el extremo de un palo una muñeca ricamente ataviada. El reisado es una danza espectacular que se festeja el día de reyes. Freyre. pp. 129-131.

Colibríes disecados atados con cordón rojo, fuente: www.vice.com

Al igual que en Brasil, el colibrí fue utilizado como brujería con fines amatorios. Algunos ejemplos de interacción transcultural del legado azteca en la población de origen africano, que podemos apreciar prístinamente, suceden en la ciudad de los Palacios, sede del virreinato novohispano. En el ramo de Inquisición del Archivo General de la Nación, encontramos los siguientes dos casos de la primera mitad del siglo XVIII: 1) Volumen 1122, expediente. 8, fs. 135-162. México. 1713. Juana Teresa Ruiz declara en contra de una negra llamada Juana de Dios por tener como amuleto un pajarito llamado chupamirto (huichichique) para que la quisieran los hombres y 2) Vol. 991, exp. 22, fs. 295-297. México. 1748. Joaquín Cayetano Romero, denuncia a un mulato por haberle dicho que para atraer mujeres es bueno cargar un pajarito llamado chupamirto, atado con listones de colores.

Fuente: www.zonatresite.com

Quizá esto explique la herencia genética de porqué en Brasil nacen grandes jugadores de futbol, como el caso emblemático de Edson Arantes Do Nascimento. Ganó con la selección de su país tres títulos mundiales en 1958, 1962 y 1970. Señala el etnohistoriador Freyre que una de las contribuciones más positivas del niño amerindio a los juegos infantiles y deportivos es el juego de cabezadas. Lo practicaban los indios con una bola, probablemente revestida de caucho. Debían tener un control con la pelota, que la rebotaban con la espalda, la cabeza, los hombros, la cadera y a veces echándose de bruces para evitar que cayera al suelo. El niño crecía libre de faldas, pañales o trapos que dificultaban su movimiento. Freyre. pp. 157 y 193.

Fuente: www.carelpedre.com

Grijalbo. Diccionario enciclopédico, México. 1986. Tomo 2. p. 1420.